La cueva del viento

Protección 

Solo tres tubos volcánicos en Canarias tienen protección específica por esa condición: dos en Lanzarote (Jameos del Agua y la Cueva de los Naturalistas) y otro en La Palma (Tubo del Todoque). Además, gran número de cavidades están dentro del ámbito de protección de diversos Espacios Naturales Protegidos. Pero esta protección es mejorable ya que, en ocasiones, al no figurar inventariados, se exponen a actuaciones que les afectan, como apertura de pistas o, sencillamente, no se contemplan medidas directas para su conservación.

En 2014 se publica la adaptación del PORN Cueva del Viento a la normativa de las Zonas de Especial Conservación europeas.

cueva del viento

descripción

La Cueva del Viento es una cavidad volcánica enclavada en el barrio de Icod de los Vinos que lleva el mismo nombre. Se formó hace 27.000 años en lavas basálticas procedentes de la primera fase eruptiva del volcán Pico Viejo, situado junto al Teide (Tenerife, Islas Canarias).

Este tubo volcánico, cuyo nombre se debe a las importantes corrientes de aire que se producen en su interior, es el quinto más largo del mundo (18 kilómetros topografiados) tras los cuatro primeros que se encuentran en la isla mayor del archipiélago de Hawaii (Estados Unidos). Constituye una enorme red laberíntica de pasajes subterráneos, siendo innumerables las ramificaciones aún sin explorar que permitirán ampliar su longitud en el futuro.

La Cueva del Viento también destaca por sus características geomorfológicas únicas, ya que su red de galerías se dispone en tres niveles superpuestos, fenómeno que no está descrito en ningún otro lugar del mundo. Además, presenta una amplia variedad de estructuras de origen primario tales como estalactitas de lava, cascadas lávicas, terrazas laterales y lagos de lava, entre otras, así como concreciones exógenas de diferente composición (carbonato cálcico y otras sales).

La mayor relevancia biológica de esta intrincada cavidad volcánica es su fauna subterránea, que constituye una fuente constante de nuevos hallazgos. La cueva alberga un total de 190 especies conocidas, la mayoría invertebrados. De éstas, 44 son troglobias, esto es, animales adaptados al medio subterráneo. Entre estas especies condenadas a vivir en la oscuridad, 15 han resultado ser nuevas para la ciencia, como la cucaracha sin ojos Loboptera subterranea o los carábidos Wolltinerfia martini y Wolltinerfia tenerifae.

En su interior también se encuentran algunos restos fósiles de animales vertebrados ya extinguidos, como la rata y el lagarto gigantes, y otros restos óseos de especies ya desaparecidas en Tenerife, como la graja y la hubara.

El Gobierno de Canarias aprobó, en 1998, para garantizar su conservación, un Plan de Ordenación de los Recursos Naturales de la Cueva del Viento, paso previo a su declaración como Reserva Natural Especial. El Plan nació para frenar las actuaciones que dañan a la Cueva, como nuevas construcciones, alteración del suelo o cualquier tipo de vertido. Además establece medidas de mejora, como una red de alcantarillado que evite el vertido de aguas negras y el apoyo a la investigación científica o a la educación ambiental.

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Historia

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La Cueva del Viento era ya conocida por los Guanches hace más de 2.000 años, pues se han encontrado restos de enterramientos en la cavidad. Pero hasta el año 1776 no se tiene ninguna referencia de la misma. En este mismo año, los Hermanos Bethencourt de Castro y Afonso Molina la citan en su descripción de la Cueva de San Marcos. La entrada principal de la cavidad se encuentra en el barrio que lleva su nombre, Cueva del Viento, lo que indica que era conocida por la gente del lugar desde hacía mucho tiempo.

La historia de los últimos descubrimientos se inicia en 1969 con la exploración profunda y con la publicación, en 1970, de la primera topografía, de poco más de 6 Km., realizada por la sección espeleológica de La Guancha del grupo Montañero de Tenerife. En 1973, espeleólogos del Shepton Mallet Caving Club descubren el que posteriormente se llamó, en su honor, “Pozo de los Ingleses”, que conecta el piso tercero con una gran galería de cerca de 4 kilómetros de desarrollo en el nivel más bajo. Este importante hallazgo permitió ampliar considerablemente la cavidad, pasando a tener el complejo 10 kilómetros de desarrollo.

Años después comienzan a realizarse estudios biológicos por parte del Departamento de Zoología de la Universidad de La Laguna, descubriéndose una gran variedad de fauna cavernícola. A su vez, por parte del Grupo de Espeleología de Tenerife Benisahare, se descubren y topografian nuevas galerías en la cavidad.

En 1989, este mismo grupo conecta la Cueva del Viento con la del Sobrado a través de estrechas gateras, pasando el complejo a tener un desarrollo total de 14 kilómetros. Este descubrimiento da aún más importancia al gran complejo volcánico, planteándose la necesidad de retopografiar la totalidad de las ramificaciones.

En el año 1994 empiezan las obras de acondicionamiento para hacer visitable el tubo volcánico coordinadas por el Museo de Ciencias Naturales, centro integrado en el Organismo Autónomo de Museos y Centros del Cabildo de Tenerife. Una de las primeras actuaciones fue desescombrar la boca donde terminaba uno de los ramales. La excavación pone al descubierto una sima de 17 metros de profundidad, con cascada de lava, que conecta con otro piso del tubo volcánico, con 2,35 kilómetros de desarrollo.

Estos descubrimientos sólo dan unas pinceladas de la gran importancia geológica y patrimonial de este gran complejo subterráneo, que dará muchas más sorpresas en un futuro.

La espeleología en Canarias es una actividad relativamente reciente que se inicia a finales de los años sesenta y en la que la Cueva del Viento ha escrito memorables páginas. Los pioneros fueron miembros del Grupo Montañero de Tenerife, seguidos de la Sección de Exploraciones Vulcanoespeleológicas de La Guancha.

Y así, el estudio de esta cavidad fue el origen de la vulcanoespeleología canaria. Los dos años que duró la exploración y topografía del tubo icodense sirvieron como escuela para muchos de los futuros vulcanoespeleólogos de las islas.

En 1978, nace el Grupo de Espeleología de Tenerife Benisahare. Es el primero dedicado específicamente a la espeleología en Canarias y toma el relevo en la exploración de la Cueva del Viento. Sus trabajos vulcanoespeleológicos se presentan en Congresos Nacionales e Internacionales de Espeleología, fomentando ampliamente el conocimiento de este bello deporte-ciencia en el archipiélago canario.

A consecuencia de esta labor, nacen la Escuela Canaria de Espeleología y nuevos grupos y secciones de esta especialidad en el resto del archipiélago.

Biología

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La Cueva del Viento presenta una importante riqueza biológica en su interior y es un lugar privilegiado para estudiar animales que ya se extinguieron en la isla de Tenerife.

Oscuridad total, una humedad muy alta y temperatura constante, junto a una quietud casi absoluta, son las características del medio subterráneo. Sin luz, no hay plantas verdes ni producción de materia orgánica, por lo que el escaso alimento tiene que llegar del exterior. Son raíces que penetran por el techo a través de las grietas, animales que entran accidentalmente a la cavidad o arrastres del agua que se filtra por el terreno.

Sobrevivir en estas condiciones ha obligado a las especies cavernícolas a evolucionar y producir adaptaciones que las diferencian de sus parientes del exterior. Estas modificaciones obedecen al correspondiente ahorro, prescindiendo de órganos innecesarios y gasto superfluo de energía en este mundo oscuro. Un ejemplo es la reproducción de las especies cavernícolas que economizan con menor cantidad de huevos pero con mayores reservas para asegurar el éxito de las crías en un medio sin apenas alimento.

El estudio de estas adaptaciones también ha sido muy particular en la Cueva del Viento. A pesar de que no fue visitada por zoólogos hasta después de los años setenta del pasado siglo, algunos expertos comentaban, ya en 1970, la posibilidad de que existieran en el interior de la cueva insectos troglobios, que es como se denomina a los que habitan exclusivamente en las cuevas. El inicio de los estudios biológicos fue gracias al hallazgo de huesos subfósiles de Gallotia goliath y Canariomys bravoi, un lagarto y una rata gigantes ya extinguidos.

A raíz de este hallazgo, aparecieron diversas especies troglobias desconocidas en Canarias, entre las que destacan la cucaracha sin ojos Loboptera subterranea o los escarabajos Wolltinerfia martini y Wolltinerfia tenerifae, que resultaron nuevas para la ciencia. Este fenómeno es común en cuevas de este tipo, pues los animales adaptados que viven en ellas son incapaces de sobrevivir fuera de ese ambiente.

En 1982, la cueva del Viento fue minuciosamente estudiada por un grupo de biólogos de la Universidad de la Laguna. Se comprobó entonces la importancia de los saprófagos (animales que se alimentan de detritus) como seres más abundantes. Este estudio sólo se realizó en la parte superior, concretamente en la galería de Belén, Breveritas Superior, Breveritas Inferior y Breveritas Profunda. Se descubrieron 37 especies animales, entre ellas 9 eran troglobias. En 1987 se hizo un nuevo estudio de la cueva, llevándose a cabo un trabajo muy exhaustivo, pormenorizado y bien contrastado. Como consecuencia, se descubren algunas especies más, alcanzándose un total de 43.

En este tipo de cuevas los animales siguen la máxima “adaptarse o morir” y se producen cambios realmente increíbles, como decoloraciones corpóreas o la pérdida de la visión. En algunos casos, como el de la cochinilla de la humedad (Venezillo tenerifensis), desaparece la pigmentación, que no es necesaria si no hay luz solar.

Como en la oscuridad no es posible la visión, a veces los ojos se atrofian hasta desaparecer. Es el caso de un tipo de cucaracha cavernícola (Loboptera troglobia) que ha perdido la vista y que, además, tiene la piel sensible a la luz, con lo que evita las zonas iluminadas.

A otros, para suplir la ceguera, se les desarrollan otros sentidos. Es el caso del escarabajo Domene vulcanica cuyas largas antenas le proporcionan un fino olfato y un delicado tacto, que suplen la ceguera, y las patas y el cuerpo estilizados le facilitan la incansable marcha en busca del escaso alimento. Además, como el alimento es escaso en un ambiente cavernícola, estos animales pueden ayunar durante meses gracias a un metabolismo muy ralentizado como el caso de la araña cavernícola (Canarionesticus quadridentatus).

Entre los subfósiles de especies que se han encontrado en la Cueva del Viento destacan el lagarto gigante Gallotia goliath, la rata gigante Canariomys bravoi, exclusivas de Tenerife; el escribano patilargo (Emberiza alcoveri), conocido sólo de la Cueva del Viento; la codorniz canaria extinta (Coturnix gomerae), que se ha encontrado también en La Gomera; y la graja (Pyrrhocorax pyrrhocorax) que actualmente sólo vive en La Palma.

La vegetación se presenta en tres sectores: zona externa, con plantas vasculares y algunos helechos y líquenes; zona de entrada, que comienza justo donde la lluvia no llega directamente, pero sí recibe la luz y contiene fundamentalmente musgos y líquenes; y zona de transición, sometida a la luz indirecta, donde se han encontrado algas cianofitas y líquenes.

Geología

En cuanto al proceso que origina este tipo de tubos volcánicos, diremos que son estructuras características de ciertas coladas basálticas, donde el mantenimiento del calor en el interior del flujo hace progresar el frente de la colada. La conservación del calor queda garantizada cuando se desarrolla una costra continua que aísla térmicamente la lava interior y bajo ésta se van definiendo conductos de circulación preferente. Al terminar la erupción, la lava de estos conductos sigue circulando hasta dejarlos vacíos. En la Cueva del Viento se observan tres niveles de conductos producto de sucesivas etapas eruptivas que generaron coladas superpuestas, en cuyo seno se construyeron las galerías.

Hace 27.000 años, durante las emisiones basálticas de la primera fase eruptiva de Pico Viejo, se formaron los grandes canales lávicos que conformaron dos galerías de grandes dimensiones: la Galería de los Ingleses y la del Sobrado Inferior. Posteriormente, tras solidificarse y consolidarse, otra colada cubrió la superficie de la zona, aún sin suelo ni vegetación. Un tercer nivel de coladas construyó todo un laberinto de conductos que interconecta frecuentemente con la cueva del Sobrado con la Cueva del Viento.

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